Mañana zarpo de nuevo a visitar mi terruño…, y de nuevo vuelvo a sentir ese voladito bien rico al pensar que pronto pisaré suelo salvadoreño. Y no es que tenga el pijo de tiempo de no ir, hace seis meses estuve allí, pero no importa pues ese voladito que siento sólo puedo compararlo a cuando esquineaba taloneando a mi novia, hoy mi esposa, en la colonia santa lucha…, ese sentir persiste en mi piel y mi corazón.
Y no es que vaya a Cancún, un crucero en el Caribe, una visita a las pirámides de Egipto…, no, yo simplemente voy a Cuzcatlán, un lugar lleno de pobreza y vicisitudes, desorden y bullicio, donde mis hermanos viven evadiendo, luchando, resistiendo mareros, criminalidad impune, políticos corruptos, extranjeros evasores de impuestos, egoístas, chuchones, y explotadores.
Mi familia no le gusta esa onda mía de dejar la relativa seguridad y bienestar de gringolandia, porque yo siempre voy sabiendo que le disminuiré las posibilidades a mi vida.
En el terruño uno nunca sabe si pasará una onda de esas que uno nunca piensa que pasa en cualquier país, pero es más acentuado en el terruño…, un incidente de aquellos que cuando le toca a uno pues no hay nada que pueda hacerse…
“Una bala se le puede escapar a cualquiera”, decía el extranjero aquel al cual sigue idolatrando el grupúsculo oligarco extranjero.
Pero ¿dejar de ir a Mi Tierra?, neles.
¿Cómo olvidar esa negra vista cuando manejando en la Juan Pablo y llegando a la altura del Parque Infantil, a cualquier hora del día, se ve cual atmósfera ese islote de humo negruzco producto del diesel de esos buses pecenistas de hace quinimil años…?
La vista del Gran Cañón de Colorado no le llega ni al callo del dedo gordo a la tétrica vista del parque infantil sobre la Juan Pablo.
Y ¿cómo olvidar esa manejada entre mi gente con las bocinas de los carros en constante diálogo pitando "movete cerote", "la vieja hijueputa", "tené cuidado hijuelagranputa"…
O bien ese encantador y cegador placer que manejar choqueado por las luces altas de los vehículos conlleva en esas oscuras nocturnas calles del país.
¿Adónde voy hallar otra maravilla como ésto?
Puta, y esa sensación con mezcla de terrorcito e inquietud, bochorno y aculeramiento…., qué sé yo… cuando mi chero manejando detiene el vehículo y me dice –"perate", se baja, mira por todos lados, se arrecula al muro, y pega una meada de esas que ponen la piel de gallina.
¿Cómo putas voy a poder yo olvidar sentarme por horas en esas bancas duras de los bebederos entre humo de cigarro, olor a cerveza, pescado, bisteques…, con mi cheros y compañeros de estudios de hace 40 años?
Ningún miedo y ninguna gringolandesa comodidad me va a detener volver a sentir y revivir mi raíz, mi gente, mi sangre… especialmente si gracias a mi esfuerzo de 30 años en este país que no es mío, económicamente me puedo permitir darme ese placer tan, pero tan bueno, bonito y barato.
La próxima vez que escriba será desde el terruño.
Tamen
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