Este bonito cuento de Salarrué ocasionó un
intercambio de opiniones en el siglo XX con un chero mientras yo visitaba mi
terruño y que ha repercutido hasta el siglo XXI.
La Copa Mundial se acaba de celebrar en Francia 1998,
en la cual ganaron los galos por primera vez en su historia. Lo que yo y mi alero
platicábamos era el auge de los negros africanos en futbol… No era sólo que
Francia también por vez primera incluía en su selección campeona del mundo a
3-4 negros sino el auge de las naciones africanas en este deporte.
Pelé, raza negra, acababa de terminar su reinado del fútbol, ya sabía que Pelé era negro, como Didí, Garrincha, Jair, y muchos otros. Los descendientes de esos negros latinos habían llegado a Brasil como esclavos 1-3 siglos atrás..., pero Lilian Thuram nació en la isla caribeña de Guadalupe, Marcel Desailly (Gana), Patrick Vieira (Senegal)… Eran virtualmente recién llegados a Europa en la segunda invasión africana/europea (la primera fue de esclavos, contra su voluntad). Esta 2a invasión la activó la misma Europa a raíz de haberles saqueado y destruido su hábitat en el siglo XX... Irak, Siria, Libia, Líbano, Malí, Niger, Congo, Sudan...
En Concacaf se comenzó a notar el auge negro en fútbol
en la década 80-90, cuando yo ya no vivía en mi terruño. En los 60-70 que la
Selecta jugara contra una nación caribeña era seguro que El Salvador ganara con
goleada…, eso acabó, hoy nos taleguean.
Acaban de terminar dos torneos: Copa América y Eurocopa.
La raza negra jugó el papel más preponderante. En la Eurocopa se vio menos el tradicional
juego aburrido de ese continente, ecléctico, del pelotazo largo de siempre, hoy
se vio más velocidad, aún más dribling, ese toque dinámico que le pone pimienta
a las graderías, porque habían más negros… Eso nunca le vi al fútbol europeo antes.
Excepto por uno o dos países, todos los equipos tenían
jugando a la raza negra… Leguas lejos del balompié de los 50,60,70,80… Nunca Europa ganaban el torneo mundial en América, sólo en sus canchas europeas.
Lo mismo ocurrió en Latinoamérica, excepto Argentina,
aún México, Uruguay, Paraguay, todos tienen a negros destacados en sus equipos. Sin los negros Canadá no sería ni la sombra de su fútbolmostrado en el torneo, pero 8 de 11 eran negros...
Los negros en Colombia lo llevaron a la final, no el "fair skin" paquetazo mestizo al que le dieron el MVP.
La raza negra ha llegado a engrandecer este deporte que han convertido en este siglo XXI en tan sólo moneymaker.
Regresando a mi terruño en el año 1998, ese día, sentados en un Burger King en el redondel Masferrer, mi parna, que me
regaló años antes el libro “Cuentos de Barro” del escritor Salazar Arrué, yo lo saqué en el guiri-guiri para enfatizar mi punto.
En este libro hay un cuento que me impresionó tanto
que lo relacioné con el hecho que Francia hubiera ganado el mundial 98.
Al Negro Nayo, de Salarrué, le gustaba cómo su amigo del
pueblo, Chabelo, tocaba la flauta, lo alababa, y Chabelo, halagado, le propuso
enseñarle a tocar, el negro Nayo, feliz y gustoso, aceptó y comenzó aprender dedicando
mucho tiempo, como debe ser si se quiere aprender cualquier instrumento y hay
talento para ello.
El negro superó al maestro al chilazo, en semanas.
Chabelo, aceptando internamente la derrota, le preguntó al Negro su secreto y el negro, cándidamente, le contestó con la mera neta… Es lo que sucede cuando hay determinado talento racial.
La raza africana tiene 3 sublimes talentos, 3 destrezas
incrustadas en el ADN de su genoma: música, baile y deporte...
Disfrutemos a Salarrué.
EL NEGRO
El
negro Nayo había llegado a la costa dende muy lejos. Sus veinte años morados y
murushos, reiban siempre con jacha fresca de jícama pelada. Tenía un no sé qué
que agradaba, un don de dar lástima; se sentía uno como dueño de él. A ratos su
piel tenía tornasombras azules, de aun azulón empavonado de revólver. Blanco y
sorprendido el ojo; desteñidas las palmas de las manos; gachero el hombro
izquierdo, en gesto bonachón, el sombrero de palma dorada le servía para
humillarse en saludos, más que para el sol, que no le jincaba el diente. Se
reiba cascabelero, echándose la cabeza a la espalda, como alforja de regocijo,
descupiendose toduel y con gárgaras de oes enjotadas.
El
negro Nayo era de porái.....: de un porái dudoso, mescla de Honduras y Berlice, Chiquimula y Blufiles de la Costelnorte. De indio tenía el pie achatado, caitudo, raizoso y
sin uñas -pie de jenjibre-; y un poco la color bronceada de la piel, que no
alcanzaba a velar su estructura grosera, amasada con brea y no con barro. Le
habían tomado en la hacienda como tercer corralero. No podía negársele trabajo
a este muchacho, de voz enternecida por su propio destino. Nada podía negársele
al negro Nayo: así pidiera un tuco e dulce, como un puro o un guacal de chicha.
Pero, al mismo tiempo era -pese a su negrura- blanco de todas las burlas y
jugarretas del blanquío; y más de alguna vez lo dejaron sollozante sobre las
mangas, curtidas con el barro del cántaro y la grasa de los baldes. Su
resentimiento era pasajero, porque la bondad le chorreaba del corazón, como el
suero que escurre la bolsa de la matequilla. Se enojaba con un "no
miablés".....y terminaba al día siguiente el enojo, con una palmada en la
paletiya y su consiguiente: "¡veyan qué chero éste!".... y la tajada
de sonrisa, blanca y temblorosa como la cuajada.
Chabelo
"boteya", el primer corralero, era muy hábil. Tenía partido entre las
cipotas del caserío, por arriscado y finito de cara; por miguelero y regalón;
pero, sobre todo, porque acompañaba las guitarras con una su flauta de bambú
que se había hecho, y que sonaba dulce y tristosa, al gusto del sentir
campesino. Nadie sabía cuál era el secreto de aquel carrizo llorón. Bía de
tener una telita de araña por dentro, o una rendija falsa, o un chflán
carculado...... La Fama del pitero Chabelo, se había cundido de jlores como un
campaniyal. Lo llamaban los domingos y ya cobraba la vesita, juera de juerga o
de velorio, de bautizo o de simple pasar. Un día el negro Nayo se arrimó
tantito a Chabelo "boteya", cuando éste ensayaba su flauta, sentado
en el cerco de piedras del corral. Le sonrió amoroso y le estuvo escuchando,
como perro que mueve el rabo.
- ¡Oyí negró, querés que tenseñe a
tocar?....Por la cara pelotera del negrito, pasó un relámpago de felicidad.
- Mire, chero, y yo le vuá a pagar el
sábado, pero no me vaya a tirar...
Después de las primeras lecciones.
Chabelo el pitero, le arquiló la flauta al negro para unos días. El negro se
desvelaba, domando el carrizo; y lo domó a tal punto, que los vecinos más vecinos
que estaban a las tres cuadras, paraban la oreja y decían:
- ¡Oiga, puero ese Chabelo! es
meramente un zinzonte el infeliz.....
-
Mesmamente; diayer paroy, le arranca el alma al cristiano como nunca.
Callaban.....y embarcaban sus
silencio en el cayuco bogante de aquella flauta apasionada, que los hundía en
la dulzura de un recordar sin recuerdos, de un retornar sin retorno. En poco
tiempo, el negro Nayo sobrepasó la fama de Chabelo. Llegaban gente de lejos
para oírlo; y su sencillez y humildad de siempre se coloreaban de austeridad y
poderío, mientras su labio cárdeno soplaba el agujero milagroso. El propio
Chabelo, que creyó, todos los secretos del carrizo, se quedaba pasmado,
escuchando -con un sí es, no es, de despecho- el fluir maravilloso de un
sentimiento espeso que se cogái con las manos.
Una tarde dioro en que el negro
estaba curando una ternera trincada, con una pluma de pollo untada de creolina,
Chabelo se decidió por fin; y un tanto encogido, se acercó y le dijo:
-Mirá, negro, te pago dos bambas si
me decis el secreto de la flauta. Vos le bís hallado algo que le pone esa
malicia... seya chero y me lo dice...
El
negro se enderezó, desgreñado, blanca la boca de dientes amigos y franca la
mirada de niño. Tenía abiertos los brazos como alas rotas, sosteniendo en una
mano la pluma y en la otra el bote.......miró luego al suelo empedrado y meditó
muy duro. Luego. como satisfecho de pensada, dijo al pitero:
-No me creya egóishto, compañero, la
flauta no tiene nada: soy yo mismo, mi tristura...., la color...
Tamen
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