¡Extrañé mucho El Salvador
aquél día que crucé la frontera,
y qué juré recordar con honor
Mi Tierra y raíz donde naciera!
Cuando
veo fotos de mi gente cruzando la
frontera no puedo sentir otra cosa más que ese volado que le llaman deja vu… sentirme como ellos, aunque yo
no sufrí en la escala que hoy ellos sufren…
Es
completa desgracia que la circunstancia de emigrar, aún en época de paz, es endémica y crónica después de casi
40 años de lo que quiero relatar.
Estrictamente
la agonía de mi gente cruzando tres fronteras
comenzó casi como comenzó la mía, aunque la mayoría de ellos no habían nacido y ya no atraviesan México en avión
como yo lo hice.
La
cita con mi destino comenzó el 23 de febrero de 1981. Ese día me dieron el boleto de avión a México ida y vuelta
vía la aerolínea costarricense Lacsa. Me costó, mejor dicho le costó a mi esposa, $780 colones ida-vuelta cuando el
dólar costaba 2.50 colones… El boleto de la aerolínea tica ¡incluía visa mexicana!
Salí un día con frikiado escozor,
jodido, de goma y ahuevado,
de ribete ya era acomplejado
y cruzé El Styx cual malhechor.
De cuclillas tras un arbusto,
rezando sin gracia ni gusto,
y bañado en helado sudor;
¡Extrañé mucho El Salvador!
Sacar
el pasaporte en enero/1981 era el
primer gran clavo. Costaba $100 colones
y había que levantarse a las 5 de la madrugada
para viajar y comenzar hacer cola, mi gente ya comenzaba emigrar a Suecia, Australia, Canadá,
USA….. Migración quedaba casi pegado a la Corte de Cuentas y la cola a las 5
am ya era de una cuadra el primer
día que traté de sacar mi pasaporte.
Ya
llegando a la puerta, a la una de la tarde, sale alguien de migración diciendo
que se acabaron los pasaportes y hasta el siguiente día habría…
Tenía
cien chuyas en mi bolsa, ¡cien colones! En 1980 era estudiante de medicina y hasta que en junio cerró Duarte la U yo recibía
100 colones de beca de la U, más 100 bolas préstamo
estudiantil de Fedecrédito… $200 bolas mensuales que duraban un máximo de
dos días en mi bolsa. Pero en junio perdí esa entrada.
Estaba
recién casado y virtualmente estaba parasitando del sueldo de mi mujer. Un mantenido que ya llevaba siete meses en
virtual zumba con don jorjón.
Don
jorjón era un maestro de obra
de casi 200 libras recién layoff. Era un viejo de poco menos de
dos metros y una gran panza. Andaba en zumbeta desde que dejó el trabajo y me
hizo su alero de zumba. Él esperaba mi
mujer irse a trabajar a las 6 am y luego me silbaba. Ya traía media botella,
medio litro, u ocho onzas y de boca abrazaba cual oso el palo de almendro en el pasaje, lo agitaba y caía el vergo de boca.
Los tragos eran con agua, cigarro y almendras.
Pero
ese primer día de intento de obtener mi pasaporte fue frustrante.
Lo
peor fue que habían tres cheros de
mi mara de la U también haciendo cola… y el bar Zorba a la vuelta de la esquina… terminé a talega y así llegue con
veinte pesos a la colonia Santa Lucía
donde había regresado a vivir alquilando un cuarto por 75 bolas en el pasaje N
pagado por mi esposa. Llegué justo antes de comenzar el toque de queda de 5pm-5am.
Maldición llegué en primavera
cuando la city reluce hermosa,
su flor fresca y hoja verdosa,
me engañó como a cualquiera...
El calor me recordó San Miguel,
pero el beso de agua sin decibel
era lluvia muda que hizo maldijera
¡Aquél día que crucé la frontera!
Mi
esposa me volvió a
dar los 100 colones y dos días después estaba de nuevo haciendo cola a las 5½ am, esta vez entré al edificio… pero había un clavo con mi partida de nacimiento… emputado me fui de nuevo al Zorba seguro que allí siempre había
cheros. Esta vez casi me chupé las 100 bolas.
Dicen
la tercera es la vencida y cabal,
esta vez mi esposa ya no confió, llamó
a mi hermano, el único aún en el terruño entonces, le dio el dinero y él sacó mi
pasaporte…, que aún guardo y el cual
costó 300 colones, o sea $120 dólares de 1981.
Sacar
el NIT fue aún más horrible.
La
carretera a Comalapa aún estaba casi
virga y el transporte público directo era novedad, era como los viajes al puerto La Libertad con terminal para
agarrar "microbuses" que entonces comenzaban hacerse populares. El Salvador del Mundo era la terminal
de transporte al nuevo aeropuerto.
Llegamos
a la Cruzadilla o Salvador del Mundo
con mi esposa. Ella y mi neonato primogénito
de cinco meses quedaban en el terruño.
Pero
esta aventura sin mucho peligro, comparado a hoy, tuvo arranque. Toda la idea
de este viaje arrancó en el bar Golden
Fish un mes atrás a las 3-4 de tarde de un día de enero en 1981.
El
Golden Fish ya era famoso entonces.
Lo conocí en 1970, cuando yo empezaba hacer
pininos con el alcohol. Estaba situado en un sótano del mercado Emporio del lado de la avenida España hasta que
este se quemó. Lo trasladaron en la vecindad de la alcaldía capitalina y siempre estaba lleno, el dueño con su
pintoresco bigote también era popular.
Con
mi alero éramos estudiantes de medicina pero con la U cerrada, la guerra aproximándose, el futuro
incierto y los dos bandos reclutando
a veces a huevos estudiantes de medicina. Mi cuate de todos los tiempos y yo decidimos emigrar para mientras la Universidad la reabrían y normalizaban,
entonces regresaríamos.
Ese era el plan que trazamos cruzándonos los vasos
barrilito y las bocas de pescado
frito o ceviche en el Golden Fish.
Le
pedí ayuda a mi hermano que ya tenía años de vivir en Chicago, respondió positivamente, pero a la hora del tamal
mi alero se agüita y emigro sólo.
Llegué
vía Lacsa al Distrito Federal e inmediatamente volé en Mexicana de Aviación
hacia Matamoros. Allí me esperaba mi
hermano que falleció en 2014.
Ya
tenía tres días en Matamoros,
mientras mi broder tanteaba el cruce con un amigo chicano que tenía en Brownsville, pueblo gringo anexo a
Matamoros. Yo me entretenía principalmente caminando en esa colonial y fría
ciudad notando las particularidades como por ejemplo cuando el cartero llegaba a dejar correo a una
casa silbaba con pito de sereno nocturno, de los que aún había
en mi colonia Santa Lucía.
Matamoros
era un típico pueblo hispano. En el
centro estaba el parque con su quiosco
rodeado de la iglesia, alcaldía y el cuartel de la policía. La mayoría de las
calles eran como Suchitoto: bien aseadas, ordenadas y empedradas, con
muchos restaurantes y tiendas ofreciendo souvenir típicos. No había mucho
tráfico vehicular, una ciudad bien tranquila.
Como
llegué en febrero hacía frío para mi
tropical termostato y usaba chumpa casi todo el tiempo. Allí oí el "chingado" y aprendí que "chingar" para
el mexicano es coger, pisar, hacer sexo… Algo que significa molestar o enojar para nosotros. Y el "chinga tu
madre" era el "come mierda hijueputa" de nosotros los cuscatlecos.
Cuando
llegó mi broder y me dijo el
fatídico "alístate que hoy cruzas" comenzó mi taquicardia y abundante sudor
en mis manos que duraría cerca de 10 horas… Cuando llegué a Chicago el
sudor de mis manos que apareció en 1974 cuando conocí a mi novia, hoy mi esposa, en Chicago cesó de existir, nunca más lo sufrí.
Estaba
viendo el Río Bravo, o Río Grande, no tan ancho como el Lempa cuando corre por San Marcos Lempa, estaba pacho porque
hacía semanas no llovía. El río estaba rocoso.
Me creía un colibrí con pudor
porque yo había estudiado,
pero ilegal en inglés iletrado
terminé ingeniero sanitizador.
Traía el machismo de cachimbón,
y abrí cancha a patada y trompón,
pero nunca olvidé El Salvador
¡Y qué juré recordar con honor!
Me
subí el pantalón hasta la rodilla,
me toqué la foto de mi esposa con mi
hijo en la bolsa de mi camisa del lado de mi corazón, y comencé a saltar de piedra en piedra… mi hermano
estaba en la orilla mexicana y su amigo me esperaba en la orilla USA.
Así
de chiche en cinco minutos estaba en
Brownsville, Texas… pero comenzaba lo más paloma.
Mi
hermano ya había hecho el viaje ocho
horas ida y vuelta a la ciudad de San
Antonio, nuestra meta… Había una garita
de la migra que atravesaba cual arco
triunfal toda la carretera de cuatro vías. Todos los vehículos paraban para
ser revisados, además de las inesperadas
paradas de las patrullas móviles de la migra.
Fumando
cual máquina de tren con mi broder mientras iba aleccionándome qué decir y contestar ante las posibles preguntas de la migra.
Después
de dos cajetillas vi a lo lejos la
garita, que como una pasarela
atravesaba la interestatal…. Mi broder baja velocidad, nos acercamos al garitón, y con gran alivio leemos en la caseta el rótulo que decía ¡"closed"!
Fue
el 3 de marzo de 1981 cuando arribé a
Chicago procedente de San Antonio, Texas. En 1987 obtuve la codiciada mica, gracias a mi broder...
En 1992 un migra potorro me hizo
escribir en un papel I love USA y
con sólo eso me dio la naturalización
de ciudadanía gringa.
En
2001 regresé a Texas, esta vez para vivir en Houston donde he permanecido por 18 años…
He
vivido total 29 años en mi terruño contando un breve lapso de 21 bellos meses (1999-2001), viviendo en el terruño. 18 años en Chicago. 18 años en Houston.
Lamento
mucho mis compas centroamericanos
tengan que hacer el tétrico recorrido
que hoy es. Pero emigrar es casi hereditario,
muchas veces necesario y otras tantas
de a huevo... Cuba y Venezuela no
tienen nada que ver. Son las camarillas extranjeras familiares que manipulan el sistema corrompiendo políticos que se han
apoderado de las instituciones donde no quieren
soltar el hueso…
Llegó el invierno, el frío y la nevadera,
y la salsa, las gangas y los dialectos,
decir el chingo de majes incorrecto,
y la Navidad sin cuetes e invernadera
me hicieron sentirme un libre preso,
y extrañé mi pulgarcito con aprecio
su lluvioso invierno Navidad de primavera.
¡Mi Tierra y raíz donde naciera!
Toda
esta putrefacción del sistema por los oligarcas crea pobreza, miseria y total robo del
futuro de mis compatriotas centroamericanos. Pero este entuerto sólo funciona gracias a la élite imperial gringolandesa que con la paja de "seguridad nacional" lo sostiene, financia, estimula y lo hace cómplice responsable en el robo del futuro de mi gente.
Tamen
.