sábado, junio 19, 2021

Memorias De Un Desmigrado: Perseverancia

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Me gusta publicar esta experiencia que me ocurrió allá por 1972. Fue la primera vez que yo fui empujado a salir del corralito geográfico de visitar sólo balnearios y playas guanacas, en fin de semana, cuando se podía, para aventurarme a visitar diferentes ciudades y pueblos salvadoreños.

Todo esto comenzó en 1971, cuando este chero de la historia, compañero de promoción en INFRAMEN, luego compañero en la Universidad Nacional, me llevó por una semana a la ciudad-puerto San Carlos De La Unión, en el departamento de La Unión, en el Golfo de Fonseca… Y me enculé de esa ciudad y su gente.

En parte, en ese viaje en un viejo tren, fue que comencé a descubrir que la vida provee muchas herramientas disponibles para sobrevivir, superar obstáculos, vencer barreras supuestamente insuperables… Están allí, sólo es cuestión de usarlas. 

Entre todas las herramientas que la vida provee, pues, para mí, la perseverancia ha sido una de la más valiosa..., sino la más valiosa.

Precisamente sobre esta experiencia que hoy comparto, que sucedió en junio de 1972, comencé a entender su significado.

PERSEVERANCIA

Que tiempos de inocencia y confianza eran aquellos, cuando las tradiciones se trataban con temor y las tribulaciones eran remediadas con tradiciones. Si era un mal de orín, la tradición lo curaba untándose sal en el ombligo. Si era una basura en el ojo, el remedio ideal era escupir tres veces al suelo. Si era pispelo, a talonear un gato y pasarse por el ojo la cola. Si era erisipela, entonces a rezar por un mameyazo de agua, buscar un sapo para pasárselo vivo en la pierna inflamada... etc.

Las disputas se resolvían al par o non, y el usted antecedía al vos. Sin embargo, había cierto respeto mezclado con temor a las tradiciones ancestrales con relación a la muerte, la brujería, el ocultismo, la santería. La religión era y es enemiga de esas creencias.

El persignarse al pasar enfrente de una iglesia era y sigue siendo una muestra de fe entre los creyentes, pero a la vez una protección contra esos males... y aún los más escépticos materialistas respetaban las supersticiones tradicionales como la naturalidad de evitar pasar por un cementerio de noche, caminar debajo de una escalera, quebrar un espejo, las papalotas café oscuro que de noche entraban a posarse en las paredes, los gatos negros..., etc.

Quizás las tradiciones tenían que ver con la confianza a primera vista que existía en esa época, por lo menos comparado a hoy.

Por esos días mi chero y yo acostumbrábamos a irnos a oriente pidiendo raid, al dedazo, o al jalón. La estrategia era agarrar la tétrica Ruta 13 hasta San Martín, en el lindero oriente de la capital, de allí comenzar a pedir jalón.

Con bastante suerte paraba un Subaru, o un Mustang con un trozo de estéreo y aire acondicionado, pero con mala suerte nos tocaba en pipas, camiones de ganado o camiones de basura...  ¡pero siempre había jalón! ..., y aunque llegáramos en 20 horas, ¡al menos nunca pagábamos pasaje!

Pero un día que nos encontrábamos en los linderos de la Sultana de Oriente, en uno de esos viajes, ya era la una de la tarde y hacía un calorón de la gran puta, entonces bajo la sombra de un amate, con una cruz al lado, esperamos y esperamos y neles, empecé a pensar que quizás la cruz era el saquito de sal…, ¡pero el amate era la única sombra en todo el alrededor!

Decidimos quedarnos hasta que bajara el sol, pero mi chero, cansado, se sentó usando de espaldar la cruz en recordación del lugar que murió algún cristiano, yo le dije que no lo hiciera pues nos iba a salar, pero a él le importó un pepino y hasta una dormida se echó porque nadie nos quería parar.

Llegando las 5pm. nos alejamos de la cruz lo más lejos que pudimos, pero aún nadie nos quería parar, entonces convencido que mi chero nos había salado y habíamos perdido el invicto pues le dije que mejor agarráramos bus; él me decía que todo eso de salación era paja y que persistiéramos.

Bien entrada la noche nos hallamos quién sabe dónde putas y pasaba un carro cada media hora. Estábamos seguros de que el próximo bus que pasara sería el último de la noche... En mi mente estaba convencido que ya no conseguíamos raid y mejor agarrar el bus, y tiraba indirectas a mi alero repitiéndole que nos había salado. Él se enjolotó y me recriminó que si quería me fuera…, entonces oímos venía la rápida en su último viaje... Yo le hice parada..., pero él siguió caminando y cargando la enorme mochila.

¡Rompiendo capote, me monté en un bus después de 11 viajes ida y vuelta sin gastar un cinco! ... ¡Había perdido mi invicto!

20 minutos después un samaqueón estremeció el bus y nos despertó a todos, la "rápida" comenzó a bajar velocidad hasta pararse completamente... El motorista y el cobrador abren la capota a la par del asiento del motorista y con una lámpara examinan el motor del viejo vehículo... Se rompió la bomba de la gasolina señores, tendremos que quedarnos aquí hasta que pase un carro y me dé raid al pueblo para manden otro microbús"... ¡Vaya jodida!, me dije a mi mismo, comenzando a culpar a mi amigo por haberme salado.

Después de una hora sin ver un sólo carro, vemos acercarse el primero, era un panel VW... Todos hacemos señas que pare... El VW se para y al acercarme, como casi todo mundo, a hablar con el motorista, me llevo la sorpresa y veo a mi chero bien tranquilo en el asiento de atrás.

Mi cherada me recriminó el ahuevarme y no perseverar, yo me defendía aduciendo, pero muy dentro ni yo mismo creyendo, que no era maje en arriesgarme por ser chucho y tacaño pudiendo pagar un bus... Pero fue mi obsesión con la tradición adquirida que había vencido mi perseverancia… ¡Ese día aprendí su significado!

Tamen

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