Un día como
hoy hace 53 años, pasadas las 10 de la noche, tocaban la puerta de mi casa, era
una de las 3 sirvientas que trabajaban para mi mamá en el manejo de su
comedor enfrente del Banco Central de Reserva… Angelita llegaba anunciar el
fallecimiento de mi madre.
El semáforo
de la intersección iba a cambiar de amarillo a rojo…, el chofer, posible
deprisa por llegar a casa, decide "meter la pata" y derrotar al semáforo, esto
aún sigue siendo chapupa hoy día, quizás rezó no viniera nadie en el cruce de
calle, quizás pensó en cambiar de idea… Quizás…
Sucedió en
la intersección de la 3ª calle poniente y avenida España. Venía de norte a sur
un bus de la ruta 1 en la bajadita de la avenida España desde el cine Majestic…
Quizás iba a guardar la unidad, a descansar de un día de choferón capitalino en
1968, créanme, era años luz más seguro viajar en bus en esa década con esos
choferes, más seguro que en la década actual que vivimos… Antes de llegar a la esquina
del emporio conformada por Almacenes Freund, su parqueo enfrente, la ferretería
Flecha Roja enfrente del parqueo y enfrente de la ferretería había un bar que
olvidé su nombre… eran las 4 esquinas entonces…
La 3ª calle
poniente corría de oriente a poniente y del oriente venía mi madre sentada en
la cama de un pick up y en sus piernas chineaba a su sobrina de 6 años… en la
cabina viajaba su hermana y una amiga de ellas que debido a su sobrepeso se le
cedió viajar en la cabina… más un supuesto "primo", que después resultó ser
chafa, manejaba el vehículo… La ruta 1 pegó en el lado de la cama y mi madre y
su sobrina salieron volando a su destino, estrellándose en la pared de la
ferretería Flecha Roja.
Era un mesón como muchos y de mucha edad,
cuatro hermanos, mis padres, mi familia, todos
juntos en el cuartucho, lado a lado hacinados,
en el viejo barrio del centro de la gran ciudad...
Mi madre, llena de espíritu emprendedor,
un día, se le ocurrió pensando con osadía,
que aumentaría nuestro pan de cada día,
hacer del cuartucho un pequeño comedor...
Abrió crédito en el mercado y con empeños
consiguió hacerse de unas mesas y sillas,
con devoción y fe a San Martín le pedía,
le ayudará a sacar adelante sus sueños...
El santo negro la oyó, pues al tercer día
de abierto el comedor, comensales por fin
llegaron, su fe y su devoción a fray Martín
subió, también el negocio que se expandía...
Minutas, refrescos, tamales y tortillas,
mi madre parecía feliz y entusiasmada
planeaba, en su sencillez incorporada,
cambiar de local con más mesas y sillas...
Con plegarias, devoción, trabajo y energía,
su comedor creció próspero con el tiempo,
pero su algarabía se convirtió en lamento,
cuando el alcohol hizo aparición sombría...
Ella incrementó ruegos y pedidos a su Santo,
los miembros adultos de la familia al alcohol,
así, un día, mientras ellos hacían de Baco su sol,
yo hallé a mi madre sola, en doloroso llanto...
El castigo de su Santo y su Dios no tardó en venir,
pues sí a través de ella nos había dado bonanza,
a través de ella nos quitaría nuestra esperanza,
haciendo infierno nuestras vidas, aciago el porvenir...
Un frío noviembre Dios mostró su merced
arrebatando su alma bruscamente, mi madre
nos dejó para siempre, y la miel en vinagre
se convirtió, cual condena a nuestra vil sed...
Con ella murió mi familia, tal como la conocía,
y el averno llegó a nuestras vidas ese momento.
El Eterno, impávido, ignoró nuestro lamento,
recordándonos el infierno que vivió la madre mía.
Tamen
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