jueves, noviembre 04, 2021

Memorias De Un Desmigrado: Muertos Que Viven Todavía...

Un día como hoy hace 53 años, pasadas las 10 de la noche, tocaban la puerta de mi casa, era una de las 3 sirvientas que trabajaban para mi mamá en el manejo de su comedor enfrente del Banco Central de Reserva… Angelita llegaba anunciar el fallecimiento de mi madre.

El semáforo de la intersección iba a cambiar de amarillo a rojo…, el chofer, posible deprisa por llegar a casa, decide "meter la pata" y derrotar al semáforo, esto aún sigue siendo chapupa hoy día, quizás rezó no viniera nadie en el cruce de calle, quizás pensó en cambiar de idea… Quizás…

Sucedió en la intersección de la 3ª calle poniente y avenida España. Venía de norte a sur un bus de la ruta 1 en la bajadita de la avenida España desde el cine Majestic… Quizás iba a guardar la unidad, a descansar de un día de choferón capitalino en 1968, créanme, era años luz más seguro viajar en bus en esa década con esos choferes, más seguro que en la década actual que vivimos… Antes de llegar a la esquina del emporio conformada por Almacenes Freund, su parqueo enfrente, la ferretería Flecha Roja enfrente del parqueo y enfrente de la ferretería había un bar que olvidé su nombre… eran las 4 esquinas entonces…

La 3ª calle poniente corría de oriente a poniente y del oriente venía mi madre sentada en la cama de un pick up y en sus piernas chineaba a su sobrina de 6 años… en la cabina viajaba su hermana y una amiga de ellas que debido a su sobrepeso se le cedió viajar en la cabina… más un supuesto "primo", que después resultó ser chafa, manejaba el vehículo… La ruta 1 pegó en el lado de la cama y mi madre y su sobrina salieron volando a su destino, estrellándose en la pared de la ferretería Flecha Roja.

 

Era un mesón como muchos y de mucha edad,

cuatro hermanos, mis padres, mi familia, todos

juntos en el cuartucho, lado a lado hacinados,

en el viejo barrio del centro de la gran ciudad...

 

Mi madre, llena de espíritu emprendedor,

un día, se le ocurrió pensando con osadía,

que aumentaría nuestro pan de cada día,

hacer del cuartucho un pequeño comedor...

 

Abrió crédito en el mercado y con empeños

consiguió hacerse de unas mesas y sillas,

con devoción y fe a San Martín le pedía,

le ayudará a sacar adelante sus sueños...

 

El santo negro la oyó, pues al tercer día

de abierto el comedor, comensales por fin

llegaron, su fe y su devoción a fray Martín

subió, también el negocio que se expandía...

 

Minutas, refrescos, tamales y tortillas,

mi madre parecía feliz y entusiasmada

planeaba, en su sencillez incorporada,

cambiar de local con más mesas y sillas...

 

Con plegarias, devoción, trabajo y energía,

su comedor creció próspero con el tiempo,

pero su algarabía se convirtió en lamento,

cuando el alcohol hizo aparición sombría...

 

Ella incrementó ruegos y pedidos a su Santo,

los miembros adultos de la familia al alcohol,

así, un día, mientras ellos hacían de Baco su sol,

yo hallé a mi madre sola, en doloroso llanto...

 

El castigo de su Santo y su Dios no tardó en venir,

pues sí a través de ella nos había dado bonanza,

a través de ella nos quitaría nuestra esperanza,

haciendo infierno nuestras vidas, aciago el porvenir...

 

Un frío noviembre Dios mostró su merced

arrebatando su alma bruscamente, mi madre

nos dejó para siempre, y la miel en vinagre

se convirtió, cual condena a nuestra vil sed...

 

Con ella murió mi familia, tal como la conocía,

y el averno llegó a nuestras vidas ese momento.

El Eterno, impávido, ignoró nuestro lamento,

recordándonos el infierno que vivió la madre mía.

 

Tamen

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