Después de la tormenta llega la calma dice el viejo dicho tan acertado, y se puede usar al
revés también porque después de la
calma lo que llega es cabrón... O como decíamos en mi cantón "después de un gustazo, el trancazo".
Acabo de sobrevivir el segundo huracán viviendo en Houston, pero esta vez Harvey fue más lluvia que viento, sin apagón de luz, sin techos dañados... 2008 fue
el año de Ike, un huracán grado 2
que destrozó y paralizó la ciudad por cerca de dos meses, sin luz ni agua, techos destruidos, palos encima de
casas, carros volteados... fueron ocho
horas de terror..., pero sin las inundaciones que Harvey ha hecho.
Me tocó pasar cinco días encerrado echando pija en el hospital donde laboro, me dieron cama y comida con
tal que no me fuera y aunque hubiera decidido irme no hubiera llegado a dos cuadras. Todo estaba inundado.
Una semana después hoy amaneció fresco y soleado anunciando cambio de estación. Esta onda "fría" es la que ha salvado a Houston de volver a ser atacada por el huracán Irma, o Katia que se
avecinan..., o José que está haciendo
cola.
Después de pasar cinco
días en la cárcel tengo una semana libre y para variar he decidido jugar de nuevo a jardinería.
Allá en la colonia Santa Lucía en Ilopango, testigo de mi adolescencia, a mi papá le gustaba
sembrar frutales y flores…. En esa diminuta parcela del frente en la casa del
pasaje G, quizás un pedazo 1x12 metros de tierra, mi viejo tenía granada, limón, nance,
una bella y olorosa mirra pegado a mi ventana..., y un hermoso palo de guayabas
peruleras que daba sombra al
techo y era popular en todo mi
pasaje..., y más allá.
En la parcelita
de la vía pública del pasaje, donde
caminaba la gente, mi ruco sembró un palo de mango que se hizo enorme, frugal. Hasta 1975.
Las guayabas peruleras
y mangos daban fruto todo el año,
con la mara nunca nos preocupamos por bocas cuando comprabamos una botánica de
Chepe Toño o Tic Tac, chupar en las
gradas de mi casa y ponernos a talega con boca de mango verde o guayabas peruleras era bien popular y de a huevo...
Pero el palo de mango dañaba las tuberías con sus raíces, con sus
ramas jodía los alambres eléctricos de alta
tensión... Se tuvo que mocharlo..., fue un día de luto entre la mara.
En el backyard
de la casita de bloques de concreto, tres
cuartos-sala-comedor y un cubículo de baño, había una parcela un poco más grande que la de enfrente, allí mi tata tenía alverjas
o "pitipuá" como él decía fonéticamente, Este pitipuá era rico en arroz y en la
sopa de frijoles con hueso de tunco.
También había un palo
de aguacate donde la regó mi viejo pues lo sembró muy pegado a la casa, con chance de joder los cimientos de la casa. Un aguacate dadivoso, como todo lo que
sembraba mi ruco, pero lo tuvo también que cortar
con el dolor de su alma... Para mi no servía de boca y no me importó.
De remate había sembrado un palo de anona que también fue
dadivoso dando tantas cosechas..., alivianó mi hambruna... y caía al pelo como boquita cuando me echaba los vergazos
con agua y cigarro.
Pero en el jardín del frente de la casa reinaba una
planta de naranja agria sin semilla
que para 1976 ya tenía casi dos metros
de altura, hermosa, lozana,
joven..., y como el Árbol de la Vida en el Edén mi ruco amaba su palo de naranja agria sin semilla, quizás más que a sus hijos...
Entonces estando en tercer año de medicina alguien me
dijo que el té de naranja agria era maravilloso para concentrarse al
estudiar… "bueno para guayabear" -me dijeron y creí.
Como uno de cipote es tonto, comencé arrancar 4-5 hojas del palo para hacerme té al empezar a estudiar…, ¡Pero rapidol
el palo se secó y murió!
Hasta su muerte en 2007 mi ruco jamás me perdonó le haya "sacrificado" su palo de naranja agria sin semilla.
Ese era el amor de mi ruco a su diminuto jardín, y
cuando un fin de semana no se ponía
a verga, mi ruco se ponía de rodillas sin rodillera, apartaba hojas secas y
malezas sin guantes..., y su infaltable bolsa de polvo blanco de gamezán para las hormigas a la mano.
Encendía la radiolita
Sharp y ponía un disco de Agustín
Lara o Pedro Vargas, su música en sobriedad,
muy diferente a Guy Lombardo o Benny Goodman cuando estaba bien a verga.
Yo no entendía esa insanidad de perder el tiempo ensuciándose
y sudando un sábado de aquellos o un
domingo como aquel. Me burlaba en mis
adentros de esa forma tan pendeja de
perder el tiempo jodiéndose rodillas
y rabadilla, asoleándose, arrastrándose…. Jardinear
no era una onda para mi, ¡man! un vato loco universitario, con físico, erudito, peludo, acampanado y rocanrolero.
Bueno, ahora sexagenario
entiendo bien lo que mi ruco sentía
entonces porque hoy me fascina poner
a Eric Clapton, Los Doors, y arrodillarme,
ensuciarme, sudar, joderme rodilla y rabadilla…. y ocupar el día limpiando, sembrando, recogiendo cosechas de
rábanos, tomates, pepinos, lechuga...
Y la vida es
una tómbola porque hoy adoro este volado del que una vez me burlé tanto de
mi ruco.
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