miércoles, septiembre 06, 2017

Memorias de Un Desmigrado: Jardinero


Después de la tormenta llega la calma dice el viejo dicho tan acertado, y se puede usar al revés también porque después de la calma lo que llega es cabrón... O como decíamos en mi cantón "después de un gustazo, el trancazo".

Acabo de sobrevivir el segundo huracán viviendo en Houston, pero esta vez Harvey fue más lluvia que viento, sin apagón de luz, sin techos dañados... 2008 fue el año de Ike, un huracán grado 2 que destrozó y paralizó la ciudad por cerca de dos meses, sin luz ni agua, techos destruidos, palos encima de casas, carros volteados... fueron ocho horas de terror..., pero sin las inundaciones que Harvey ha hecho.

Me tocó pasar cinco días encerrado echando pija en el hospital donde laboro, me dieron cama y comida con tal que no me fuera y aunque hubiera decidido irme no hubiera llegado a dos cuadras. Todo estaba inundado.

Una semana después hoy amaneció fresco y soleado anunciando cambio de estación. Esta onda "fría" es la que ha salvado a Houston de volver a ser atacada por el huracán Irma, o Katia que se avecinan..., o José que está haciendo cola.

Después de pasar cinco días en la cárcel tengo una semana libre y para variar he decidido jugar de nuevo a jardinería

Allá en la colonia Santa Lucía en Ilopango, testigo de mi adolescencia, a mi papá le gustaba sembrar frutales y flores…. En esa diminuta parcela del frente en la casa del pasaje G, quizás un pedazo 1x12 metros de tierra, mi viejo tenía granada, limón, nance, una bella y olorosa mirra pegado a mi ventana..., y un hermoso palo de guayabas peruleras que daba sombra al techo y era popular en todo mi pasaje..., y más allá.

En la parcelita de la vía pública del pasaje, donde caminaba la gente, mi ruco sembró un palo de mango que se hizo enorme, frugal. Hasta 1975.

Las guayabas peruleras y mangos daban fruto todo el año, con la mara nunca nos preocupamos por bocas cuando comprabamos una botánica de Chepe Toño o Tic Tac, chupar en las gradas de mi casa y ponernos a talega con boca de mango verde o guayabas peruleras era bien popular y de a huevo...

Pero el palo de mango dañaba las tuberías con sus raíces, con sus ramas jodía los alambres eléctricos de alta tensión... Se tuvo que mocharlo..., fue un día de luto entre la mara.

En el backyard de la casita de bloques de concreto, tres cuartos-sala-comedor y un cubículo de baño, había una parcela un poco más grande que la de enfrente, allí mi tata tenía alverjas o "pitipuá" como él decía fonéticamente, Este pitipuá era rico en arroz y en la sopa de frijoles con hueso de tunco.

También había un palo de aguacate donde la regó mi viejo pues lo sembró muy pegado a la casa, con chance de joder los cimientos de la casa. Un aguacate dadivoso, como todo lo que sembraba mi ruco, pero lo tuvo también que cortar con el dolor de su alma... Para mi no servía de boca y no me importó.

De remate había sembrado un palo de anona que también fue dadivoso dando tantas cosechas..., alivianó mi hambruna... y caía al pelo como boquita cuando me echaba los vergazos con agua y cigarro.

Pero en el jardín del frente de la casa reinaba una planta de naranja agria sin semilla que para 1976 ya tenía casi dos metros de altura, hermosa, lozana, joven...,  y como el Árbol de la Vida en el Edén mi ruco amaba su palo de naranja agria sin semilla, quizás más que a sus hijos...

Entonces estando en tercer año de medicina alguien me dijo que elde naranja agria era maravilloso para concentrarse al estudiar… "bueno para guayabear" -me dijeron y creí.

Como uno de cipote es tonto, comencé arrancar 4-5 hojas del palo para hacerme té al empezar a estudiar…, ¡Pero rapidol el palo se secó y murió!

Hasta su muerte en 2007 mi ruco jamás me perdonó le haya "sacrificado" su palo de naranja agria sin semilla.

Ese era el amor de mi ruco a su diminuto jardín, y cuando un fin de semana no se ponía a verga, mi ruco se ponía de rodillas sin rodillera, apartaba hojas secas y malezas sin guantes..., y su infaltable bolsa de polvo blanco de gamezán para las hormigas a la mano.

Encendía la radiolita Sharp y ponía un disco de Agustín Lara o Pedro Vargas, su música en sobriedad, muy diferente a Guy Lombardo o Benny Goodman cuando estaba bien a verga.

Yo no entendía esa insanidad de perder el tiempo ensuciándose y sudando un sábado de aquellos o un domingo como aquel. Me burlaba en mis adentros de esa forma tan pendeja de perder el tiempo jodiéndose rodillas y rabadilla, asoleándose, arrastrándose…. Jardinear no era una onda para mi, ¡man! un vato loco universitario, con físico, erudito, peludo, acampanado y rocanrolero.


Bueno, ahora sexagenario entiendo bien lo que mi ruco sentía entonces porque hoy me fascina poner a Eric Clapton, Los Doors, y arrodillarme, ensuciarme, sudar, joderme rodilla y rabadilla…. y ocupar el día limpiando, sembrando, recogiendo cosechas de rábanos, tomates, pepinos, lechuga...

Y la vida es una tómbola porque hoy adoro este volado del que una vez me burlé tanto de mi ruco.

Tamen
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