Cicerón (106-43
antes de Cristo) fue el primero en llamarlo "Padre de la
Historia", y desde entonces Herodoto de Halicarnaso
así es por siempre reconocido.
Un griego
que vivió entre los años 484 - 425 antes
de Jesucristo. O sea, hace 2 mil 400
años, este griego andaba viajando por todo el mundo conocido: Grecia, Egipto, Fenicia, Palestina, Tracia, Babilonia, el país de los etruscos en Italia, Persia, norte de África, Turquía,
Crimea, hasta la India…
Geográficamente
describe de una forma exquisita el
corrido del rio Danubio y los ríos
que desembocan en el Mar Negro, en
la Escitia…, y tres o cuatro veces
alude y enfatiza que la tierra es
redonda.
Herodoto dividía el mundo en griegos y bárbaros, y bajo este punto de vista describe la invasión persa y la batalla del Paso las Termópilas, estos hechos son conocidos
como Guerras Médicas, entre Grecia y
Persia, que sucedió 500 años antes
de Cristo.
Llevó
anotaciones de sus viajes y de los sucesos que le relataban los nativos de las regiones, con el cual
publicó su clásico libro. Más tarde este libro fue dividido en nueve libros y a cada libro se le
asignó el nombre de una de las nueve
musas de la Mitología Griega.
Cuando
tenía 16 años leí mi primer libro completo: la Odisea de Homero, y
luego el segundo: la Ilíada, el cual
me fascinó aún más. Antes de los 16 años solo leí paquines de Supermán, el
Llanero Solitario, etcétera... ¡Ah! Y las novelas del Santo, el
enmascarado de plata… Pero estos dos libros de Homero volcaron mi entusiasmo por la historia y la literatura.Una vez platicando con mi papá sobre la veracidad de la Ilíada, yo le exponía los hallazgos arqueológicos del alemán Heinrich Schliemann en Turquía, a finales del siglo XIX, como prueba contundente de la autenticidad de los relatos de Homero, quien, siendo ciego y a falta de lenguaje escrito, dicen sus biógrafos, ¡sabía y cantaba los libros de memoria!..., mi tata, un buxo para estos volados, aunque satisfecho por mi nuevo entusiasmo, me dio la primera gran lección al leer eventos históricos: me dijo nunca creyera de "primas a primera" todo lo que leía.
Al día siguiente me regaló "los Nueve Libros de la Historia" de Herodoto.
Pero en este
Fragmento de la obra de Herodoto que hoy les traigo, el historiador griego tiene la audacia
de poner en tela de juicio la veracidad
del rapto de Helena y la guerra y sitio de Troya cantada por Homero.
"… me veo en el deber de
referir lo que se me cuenta, pero no a creérmelo todo a rajatabla; esta
afirmación es aplicable a la totalidad de mi obra"… así se cubre Herodoto de implicaciones que
puedan traer sus relatos y descripciones
de los hechos históricos.
En su viaje
a Egipto, el autor escribió este pasaje
donde juzga la versión homérica de la Guerra
de Troya y el rapto de Helena... Sucesos inmortalizados en los 20 mil
himnos de Homero:
(Palabras en paréntesis son informaciones mías)
(Palabras en paréntesis son informaciones mías)
CXVIII.
Pero
dejemos cantar a Homero, y mentir a los versos ciprios; que no es poeta quien
no sabe fingir. Preguntados por mí los sacerdotes (egipcios) sobre si era fábula lo que
cuentan los griegos de la guerra de Troya, me contestaron con la siguiente
narración, que decían haber salido de boca del mismo Menelao, de quien se
tomaron en el país noticias del suceso: Después del rapto de Helena, una armada
griega poderosa había pasado a la Téucrida (Troya) para auxiliar a Menelao y
hacer valer sus pretensiones. Los griegos, saltando a tierra y atrincherados en
sus reales, ante todo enviaron a Ilión sus embajadores en compañía del mismo
Menelao, quienes, introducidos dentro de la plaza, pidieron se les restituyera
Helena y los tesoros que en su rapto les había hurtado Alejandro (Paris), y que
se les diera al mismo tiempo cabal satisfacción de la injuria por él cometida;
pero los troyanos, entonces y después, siempre que fueron requeridos, de
palabra y con juramentos respondían que no tenían en su ciudad a Helena, ni en
su poder los tesoros mencionados; que aquélla y éstos se hallaban detenidos en
Egipto, y que no parecía justo ni razonable salir responsables y garantes de
las prendas que el rey egipcio tenía interceptadas. Los griegos, tomando la
respuesta por un nuevo engaño con que se les quería insultar, no levantaron el
sitio puesto a la ciudad hasta tomarla a viva fuerza; mas después de tomada la
plaza, no pareciendo Helena, y oyendo siempre la misma relación de los
troyanos, se convencieron al cabo de lo que decían y de la verdad del suceso, y
enviaran a Menelao para que se presentase a Proteo (rey de Egipto).CXIX.
llega
Menelao al Egipto, sube río arriba hasta Menfis, y hace una sincera narración
de todo lo sucedido. Proteo no sólo lo hospeda en casa y regala magníficamente,
sino que le restituye a Helena sin desdoro en su honor, y sus tesoros sin
pérdida ni menoscabo. Mas a pesar de tantas honras y favores como allí recibió
Menelao, no dejó de ser ingrato y aún malvado con los egipcios, pues no
pudiendo salir del puerto, como deseaba, por serle contrarios los vientos, y
viendo que duraba mucho la tempestad, se valió para aplacarla de un modo cruel y
abominable, que fue tomar dos niños de unos naturales del Egipto partirlos en
trozos y sacrificarlos a los vientos. Sabido el impío sacrificio y la
inhumanidad de Menelao, huyó éste con sus naves hacia Libia (entonces país
Fenicio), abominado y perseguido por los egipcios. Qué rumbo desde allí
siguiese, no pudieron decírmelo; pero añadían que lo referido, parte lo sabían
de oídas, parte lo vieron por sus ojos, y que de todo podían ser fieles
testigos, y he aquí lo que en suma me refirieron los sacerdotes egipcios.
CXX.
A la
verdad, por lo que respecta a Helena, doy entero crédito a su narración, tanto
más, cuanto creo que si a la sazón se hubiera hallado en Troya, fuera
restituida a los griegos, aun a pesar de Alejandro, pues ni Príamo hubiera sido
tan necio, ni sus hijos y demás deudos tan insensatos, que sólo porque aquél
gozara de su Helena, pusiesen a riesgo de balde sus vidas y las de sus hijos, y
la salud y existencia del Estado. Pero concedamos que al principio de la
contienda tomaran el partido de no restituirla; no dudo que al ver caer tanto
troyano combatiendo con los griegos; al ver Príamo muertos en las refriegas no
uno u otro sino los más de sus hijos, pues morir los veía si se ha de dar
crédito a los poetas, a vista de tales destrozos y tamañas pérdidas como les
iban sucediendo, no dudo, repito, aun cuando el mismo Príamo fuera el amante de
Helena, que a trueque de librarse de tantos desastres como entonces le
oprimían, la volviera por fin en hora mala a los aqueos. Ni se diga que los
negocios públicos dependían del capricho de un príncipe enamorado, por tocar a
Alejandro la corona en la vejez de Príamo; pues no es así: el grande Héctor,
primogénito del Rey, y héroe do otras prendas y valor que Alejandro, era el
príncipe heredero del cetro, y no parece verosímil que permitiera impunemente a
su hermano menor una resistencia y obstinación tan inicua y perniciosa, y más
tocando con las manos las calamidades que de ellas resultaban contra sí mismo y
contra el resto de los troyanos. Así que, no teniendo éstos a Helena, mal
podían restituirla, y aunque decían la verdad, no les daban crédito los
griegos. Ordenándolo así la Providencia a decir lo que siento, con la mira de
hacer patente a los mortales en la ruina total de Troya, que por fin al llegar
el plazo hace Dios un castigo horroroso y ejemplar de atroces y enormes
atentados; y así juzgo de este suceso...CXX.
Tamen
.
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