lunes, mayo 03, 2010

Lo Nuestro: Yanira Soundy

Yanira Soundy nació en San Salvador el 6 de noviembre de 1964. Abogado y Notario graduada de la Universidad Doctor José Matías Delgado (1991). Escribió las primeras líneas de sus cuentos y prosas poéticas en las páginas de LA PRENSA GRÁFICA a la edad de 19 años.

Fue ganadora de los Juegos Florales de Santa Ana (1996) con la obra "Los amigos verdes"; también ganadora de los Juegos Florales de Zacatecoluca con la obra "Sílabas Celestes" (1997); Premio Fundación Santillana para Iberoamérica 1997-1998 con el trabajo "Comunicación total para niños sordos".

Entre las obras publicadas por Yanira están: "En mi soledad" (Poesía en Prosa), "Tiempo sin ausencia" (Poesía en Prosa) y el poemario "Esperanza Frustrada" que forma parte del libro "Los Niños Viejos".

Gobierno y Paz Social

Por Yanira Soundy

Veo a los nobles paladines: los políticos.
Esos que desfilan siempre
en el abanico social de la providencia.
Veo sus torres de marfil,
al elefante inmenso del gobierno,
el Estado con su inmortal injusticia,
la Nación con su vid descompuesta.
El ritmo acelera su arrogancia
y para quienes no bajamos el rostro, es el castigo.

El zarzal lo enroscan en cada huesecillo de nuestros dedos,
aquellos que no comprenden que los cargos,
son espejismos de colores.

Desde este jardín les veo –a los políticos- entre maizales,
como lunas sin luz, completamente a oscuras.

Afuera en los varales, la gente juega a la política de izquierda,
gente que antes juraba lealtad a la derecha.
Los miro así, en sus carretas lloronas:
Hipócritas con alas de espanto,
cuidando sus asientos de
primera, segunda y tercera fila.

Siento el esplendido sol y mis arreboles.
Recuerdo mis sueños de poeta,
veo en mi pueblo, el mismo rostro lacerado y pobre,
sus brazos secos, las champas de cartón.
El tiempo árido, el despojado Adán.
Las alas de mil Ángeles de fuego.

El soplo penetra la herida de esta historia,
donde ambas partes se reparten los trapos de pasiones y guerras.
Aparecen intelectuales, artistas y escritores,
caprichos lunares, versos y pinturas de esmaltes.
Márgenes de cantos, insignes combatientes,
asesinos de ideales, creadores de utopías.
Desechan a los viejos, y el hambre
les quema la vida y la esperanza.

Escucho historias de emboscadas, muertes, operativos y caudillos.
Leo noticias sobre los escuadrones de la muerte,
cuentan sobre el exterminio del fiscal Garcia Alvarado,
tanto mal de uno y otro lado.
Y les imagino, no como los fieles vasallos
del Cid luchando por honor y gloria,
sino como guerreros de muerte
ávidos de poder, dinero y espacios sociales.

Reconozco que la paz no esta en sus corazones,
El Salvador esta poblado de cíclopes
que permanecen anclados en un tiempo inexistente
y devoran a personas inocentes.

El Presidente pide perdón por los asesinatos
de Monseñor Romero y los Padres Jesuitas,
pero las manos de los impíos
siguen tatuadas de sangre indeleble.

Nadie parece recordar a los demás mártires:
Sacerdotes, monjas, catedráticos, periodistas,
campesinos, obreros, empresarios, fiscales,
mujeres y hombres de izquierdas y derechas,
o sin partidos políticos, asesinados a sangre fría.

No basta con pedir perdón,
la paz social no podrá lograrse
mientras existan caminos gastados por mentiras.
Si en el campo, los labradores permanecen inundados de miedo
y en la ciudad, los ociosos y haraganes decoran los cargos directivos.
Mientras los masters venden hamburguesas y puestos de enterramiento
en los cementerios.

La paz social es imposible,
Si nuestras calles, escuelas y barrios abanderan
en sus astas: el irrespeto, las ideas erróneas y drogas.
Y en lugar de escribir renglones,
los jóvenes esconden filosos cuchillos en sus cuadernos,
y juegan a ser niños para matar a quien les cae mal,
frente a los periodistas y a sus propias madres.

Hoy El Salvador fornica con la diosa del libertinaje.
Desfilan en los noticieros cientos de violaciones y asesinatos,
y todo se hace costumbre y parte del paisaje.

Los niños no son niños,
en sus cuerpos se han ahogado sus almas encorvadas.

La Paz social es utopia.
El Salvador inhala violencia.


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Tamen
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